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Una navegación tumultuosa


Los años sesenta fueron una década prodigiosa en el paisaje cultural de Estados Unidos. En pocas ocasiones se habían conjuntado y contrastado con intensidad semejante las actividades intelectuales y artísticas de las costas este y oeste del país, dando cauce a un amplio movimiento de contestación política y de contracultura (revolución sexual, pacifismo, feminismo, antirracismo, lucha por los derechos civiles), cuyo mayor punto de convergencia fue la oposición a la guerra de Vietnam. En esos años floreció también una élite literaria nacida en la clase media alta, políticamente progresista y muy cosmopolita, cuyos representantes máximos fueron Norman Mailer, Susan Sontag, Truman Capote, Tom Wolfe, Philip Roth y Joan Didion, entre otros escritores que también hicieron de su práctica periodística un novedoso y aclamado subgénero literario.

Entre todos ellos destaca la figura singular del novelista, ensayista y fugaz figura política Gore Vidal, un dandy provocador, dueño de una filosa pluma satírica, que animó las mejores polémicas culturales de la segunda mitad del siglo XX. A diez años de su muerte, se propone aquí una breve semblanza.

Precocidad literaria de un niño bien

Eugene Luther Vidal nace el 3 de octubre de 1925 en West Point, Nueva York, sede de la prestigiada academia militar en la que trabaja su padre, Gene Vidal, como instructor de aviación. Su madre, Nina Gore, miembro de una familia aristocrática de origen irlandés, asentada en la Unión Americana desde el siglo diecisiete, juega un papel decisivo en la educación sentimental del pequeño Eugene, quien no obstante prefiere la compañía de su abuelo el senador demócrata ciego Thomas Pryor Gore, a quien dedica largas horas de lectura de los libros que desde entonces serán una obsesión pedurable. En Palimsesto (1995), su libro de memorias, Gore Vidal recuerda esa infancia despreocupada, donde la educación en escuelas muy prestigiosas, se completaba con la disciplina del autodidacta precoz que devoraba la biblioteca de su familia demócrata y librepensante. Recuerda el autor su descubrimiento extasiado del séptimo arte y su frecuentación de salas que comenzaban a proyectar cine sonoro. El niño escuchaba atento los parlamentos de los actores y a una pregunta de uno de ellos, se ponía de pie y le daba con gran seriedad la réplica que juzgaba conveniente, para hilaridad de toda la sala. A los diez años, Eugene asiste al divorcio de sus padres y al nuevo matrimonio de su madre con el banquero Hugh D. Auchincloss. Estos vaivenes domésticos alteran la tranquilidad del escritor incipiente que a los quince años prepara ya una novela sobre Mussolini, y lo deciden a concentrar toda su energía en sus estudios en la Academia de élite Philip Exeter. Finalmente, cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, Gore decide alistarse en el ejército y combatir en el Pacífico Norte como oficial responsable del desplazamiento de tropas. Fruto de ese breve periodo en el conflcito bélico es su primera novela Williwaw publicada en 1946, un relato de complots y aventuras en altamar, azarosamente inspirado en las novelas de Joseph Conrad.

Madurez intelectual, devaneos políticos

El primer éxito literario de Gore Vidal fue también su escándalo social más notorio. No era faena fácil publicar en 1948 una obra como La ciudad y el pilar de sal (The City and the Pillar), novela sobre la homosexualidad masculina, con los amores contrariados de dos jóvenes antes de que uno de ellos ingrese a la marina mercante, cuya trama no ofrecía, pese a toda expectativa, un desenlace fatal. No sólo no moría en ella ninguno de los dos protagonistas, sino que su historia de amor se reivindicaba como algo natural y puro, desterrando así la tradición de proponer en los libros y las pantallas un duro escarmiento para los detractores de la norma sexual y una flamígera advertencia para los lectores. Con el tiempo el libro se convertiría en una novela pionera respetable, incluso convencional, pero en los años de guerra fría e intolerancia moral, incluso un diario liberal como The New York Times boicoteó a su autor y lo colocó en su catálogo de escritores poco frecuentables. Estos contratiempos no mermaron en absoluto el prestigio de Gore Vidal, quien con una profusa producción literaria que incluía obras de teatro, guiones para cine, novelas y múltiples ensayos políticos, pronto se convertiría en una figura pública, mundana sin ser estrafalaria, verbalmente incisiva no exenta de una caballerosidad para muchos desconcertante. Sus presentaciones en televisión, en los shows de Dick Cavett o de Johnny Carson, se volvieron legendarias, en particular cuando montaba al cuadrilátero de las letras para enfrentar a un peso completo como Norman Mailer, siempre en discusiones memorables (disponibles hoy en YouTube). Parte de su aura de celebridad provenía de su familiaridad con figuras políticas tan relevantes como Eleanor Roosevelt, Jacqueline Onassis y el propio John F. Kennedy. Entre sus amigos del medio artístico figuraron, en primer plano, Paul Newman y su mujer Joanne Woodward, Marlon Brando, Truman Capote, Tennessee Williams, David Hockney y Andy Warhol. Dueño de una reputación sulfurosa, Gore Vidal publicó en 1968 Myra Breckinridge, novela jocosa sobre un crítico de cine que transiciona de hombre a mujer, para doblegar, a punta de latigazos y humillaciones, la prepotencia de los hombres que la desean y acosan. El escritor brilla con erudición cinéfila e ingenio en este libro calificado como pornográfico por las huestes conservadoras. Según el escritor Dennis Altman, “la novela es parte del asalto a las normas de género y sexo en el mundo occidental de finales de los años 60”. Una inesperada y muy profética oda a la transexualidad.

Práctica y teoría de una pluralidad sexual

El escritor camaleónico, amante de la exploración histórica en novelas como Juliano, el apóstata, Creación, Burr o Washinton D.C., fue también un guionista estupendo, ya en De repente en el verano (Mankiewicz, 1959) o en la monumental Ben-Hur (Wyler, 1959), donde causó polémica al incluir una escena homoerótica entre el esclavo galeote y su compañero Mesala, para escándalo de Hollywood y en especial de Charlton Heston, la estrella del film. Gore Vidal hizo también un cameo para Fellini Roma (1972) y tuvo años después un papel en Gattaca (Andrew Niccol, 1997). Aunque su vida privada era un secreto a voces, en especial sus 53 años de convivencia a lado de su pareja sentimental Howard Austen, el escritor siempre se consideró bisexual, contrastando así irónicamente la práctica y la teoría. En política contendió repetidas veces, sin gran éxito, por diversos cargos públicos, aun cuando siempre se le consideró un crítico implacable de la clase gobernante que conocía mejor que nadie. Imposible olvidar una sentencia suya muy vigente hasta la fecha: “En Estados Unidos sólo existen dos partidos: uno es conservador y el otro reaccionario”. Gore Vidal, tenaz fustigador del ilusorio imperio americano, showman de inagotable ingenio y prolífico autor de más de veinte novelas y otros tantos libros de ensayos, falleció el 31 de julio de 2012 en Los Ángeles, California, a los 86 años.

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