A pesar de la gran apertura que existe hoy para hablar sobre sexualidad, hay un tema que la sociedad todavía no se atreve a abordar: la vida sexual en la vejez.

Parece ser que no se puede hablar en tono serio sobre esta etapa de la vida, ya que pensarla nos muestra un espejo de nosotros mismos que nos horroriza, según reflexiona el historiador inglés Ben Mechen en su artículo Ageing and the history of sexuality (Envejecimiento y la historia de la sexualidad).

Sus deliberaciones parten de la lectura del libro Out of time: the pleasures and the perils of ageing, (Fuera de tiempo: los placeres y los peligros del envejecimiento) de la autora Lynne Segal, el cual sostiene que, si no se mira de frente la vejez, no es posible reconocer sus vicisitudes, pero tampoco afirmar su dignidad. Las personas viejas, dice Mechen, están fuera del libro de la historia de la sexualidad. Incluso hoy en día, las investigaciones sobre el tema son inexistentes y las ideas prejuiciadas sobre la vida sexual en la edad mayor simplemente asumen que no existe.

Pero hay que aceptar que el deseo sexual, para muchas personas, dura para toda la vida. Mientras la sociedad se ríe (o se asusta) de esta idea, las y los mayores se avergüenzan de sentir deseo, o bien, lo ven como algo poco digno o incluso “inmaduro”.

Ante este panorama, la opción es revisar esos preceptos que se dan por hecho, como aquel de que las personas mayores ya no sienten deseos sexuales o que no pueden experimentar el placer sexual como alguien joven. Su sexualidad debe ser defendida no sólo por ellos, sino por la sociedad en su conjunto.