El confinamiento ha causado un incremento en el consumo de refrigerios, bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados que, sumados al ya existente sedentarismo y el prolongado uso de dispositivos móviles, provocan aumento excesivo de peso.

México ocupa el primer lugar en obesidad infantil según la Organización Mundial de la Salud. El sobrepeso y la obesidad son enfermedades crónicas y multifactoriales, asociadas con la acumulación anormal o excesiva de grasa corporal, misma que se aglomera en los órganos internos.

La niñez afectada presenta un mayor riesgo de desarrollar intolerancia a la glucosa, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, además de afecciones respiratorias (apnea de sueño), cardiacas (presión arterial, colesterol), ortopédicas (discapacidad), psicológicas (depresión) y sociales (discriminación).

Para diagnosticar la obesidad, se mide el índice de masa corporal (IMC), dividiendo el peso entre el cuadrado de la estatura. Según este indicador, una persona tiene sobrepeso si su IMC es mayor a 25 y si es superior a 30 padece obesidad. Incluso se usan pruebas de colesterol, glucosa y sangre.

La obesidad es incurable a corto plazo, por lo que la alimentación equilibrada, la actividad física y la prevención podrían evitarla. Por ejemplo, la ingesta de leche materna en los primeros años disminuye el riesgo, o al procrear, los padres deberán mantener un peso normal (un padre con obesidad aumenta el riesgo de que el niño lo padezca en un 40% y se duplica si ambos progenitores son obesos).