Una congruencia intelectual — letraese letra ese

Director fundador | CARLOS PAYAN Director general | CARMEN LIRA SAADE • Director Alejandro Brito Lemus

SALUD SEXUALIDAD SOCIEDAD

ARCHIVO HISTÓRICO

Número

Usted está aquí: Inicio / 2022 / 02 / 02 / Una congruencia intelectual
× Portada Guardada!

Una congruencia intelectual


Con ocasión del centenario del nacimiento del novelista, periodista y poeta portugués José Saramago (Azinhaga, 1922), conviene esbozar diversos aspectos de una vida y una obra literaria muy ligadas al compromiso político y a la noción de responsabilidad moral. A lo largo de casi treinta títulos que comprenden novelas, obras teatrales, poesía, crónicas de viaje, ensayos e inclusive exploraciones históricas, el autor lusitano desarrolla un estilo literario peculiar muy propio en el que la parábola y la metáfora se vuelven figuras de lenguaje y recursos artísticos destinados a describir las vivencias sensoriales, las experiencias vitales, que en el escritor informan de su visión compleja del mundo. De la evocación autobiográfica a la reflexión filosófica o a la recreación de atmósferas y figuras del pasado, los relatos de Saramago ofrecen un espejo inestimable de la condición humana.

Los años de formación

En los recuentos biográficos del autor de Memorial del convento persiste un acuerdo: al novelista Saramago lo definen dos circunstancias: sus orígenes modestos y su vocación precoz de autodidacta. Sus padres son campesinos modestos, pero su progenitora es una mujer muy sensible que, pese a ser analfabeta, ofrece al niño sus primeros libros.

Debido a la precariedad de los recursos económicos familiares, el estudiante brillante en materias técnicas tuvo que abandonar la escuela a los quince años y dedicarse primero al oficio de cerrajero, después al de administrador en el registro civil, y luego a un empleo en una caja de pensiones de la seguridad social, sin desatender en todo ese periplo burocrático su frecuentación de los clásicos filosóficos y literarios. La combinación de un incipiente pero vigoroso gusto literario y de su preocupación por las problemáticas sociales hicieron que el futuro militante del Partido Comunista Portugués eligiera probar fortuna en el periodismo cultural, primero en el Diario de Noticias, después en varias revistas donde algunos de sus artículos le valdrían episodios de censura politica por sus duras críticas a la dictadura salazarista.

Durante más de una década trabajó también en una casa editorial donde además de ser gestor cultural también practicaba, como aficionado y en sus tiempos libres, la traducción de autores tan diversos como Baudelaire, Maupassant y Tolstoi. Avezado en el dominio del lenguaje y decidido ya su compromiso literario, Saramago publica en 1947, a los 25 años, su primera novela, Tierra del pecado, un título durante largas décadas invisibilizado y apenas reivindicado por su autor, que finalmente se presentó el año pasado en lengua española bajo el título de La viuda.

Los años de plenitud

Después de la novela ya mencionada, Saramago intensifica su labor como periodista y también como militante de izquierda, preside durante largo tiempo la Asociación de Escritores Portugueses, y publica algunos volúmenes de poesía (Los poemas posibles, 1966; Probablemente alegría, 1970), interesándose ocasionalmente en la creación dramatúrgica, como lo muestra una obra, En nombre de Dios, que publicará años más tarde. Es notable señalar que pocos lectores asocian de inmediato el nombre del autor con el teatro o la poesía, habiéndose él distinguido por una producción literaria muy prolífica centrada a partir de 1980 en la escritura de novelas, diecisiete títulos en las últimas tres décadas de su vida.

El arranque de su éxito literario lo marca la publicación de Levantado del suelo, novela en la que plasma sus preocupaciones sociales al describir la vida cotidiana de los obreros de Lavre, un pueblo enclavado en la provincia de Alentejo. Lo que distingue a ese relato de tantas otras narrativas de corte naturalista o con vocación de denuncia, es su manejo notable del lenguaje, la precisión estilística de frases breves y muy concisas, y su cuidado por evitar toda exuberancia verbal que pudiera ir en detrimento de la intención y contenido de su mensaje social.

En novelas posteriores habrá mayor espacio para una fantasía literaria más desbordada y libre. En El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), por ejemplo, el protagonista es uno de los famosos heterónimos ficticios del poeta Fernando Pessoa, y llega a Lisboa poco después de la muerte de este último en 1935; tiene relaciones amorosas fallidas con dos mujeres y descubre, entre otras desventuras, su propia incapacidad de amar, tema que discute con un Pessoa que ha regresado del más allá sólo para recordarle a Ricardo que el tal Reis es únicamente un personaje de ficción.

En La balsa de piedra (1986) la metáfora se vuelve grandiosa: el autor imagina el desprendimiento físico de un Portugal entero que transformado en isla se aleja de la península ibérica y navega a la deriva por el océano atlántico conduciendo a sus habitantes hacia un destino utópico y apocalíptico.

Las premoniciones fantásticas se vuelven aún más intensas en Ensayo sobre la ceguera (1995), novela distópica en la que el autor imagina la epidemia atroz de una “ceguera blanca” que se expande de modo incontenible dejando inermes e invidentes a miles de habitantes quienes pronto son sometidos y puestos en cuarentena por un poder autoritario. La parábola exhibe el lado oscuro de los seres humanos, su irracionalidad a flor de piel, advirtiendo sobre la responsabilidad final “de tener ojos cuando otros los han perdido”. La ceguera colectiva no es aquí otra cosa que la insensibilidad frente al dolor del prójimo, también la sumisión ciega a los líderes políticos que lucran con las ilusiones ciudadanas. No menos fantasiosa será Las intermitencias de la muerte (2005), una ficción en la que la protagonista es la propia Parca, la cual ha decidido suspender su oficio exterminador en un país imaginario, con lo que condena a sus habitantes a una vejez eterna. El tono satírico es aquí brillante y el conjunto de la narración semeja una portentosa comedia fúnebre.

La salvación humanista

Siempre polémico y dueño de una enorme coherencia intelectual, José Saramago jamás desmintió su militancia en favor de los desposeídos y de un socialismo de corte humanista y antiautoritario. Luego de recibir el premio Nobel de Literatura en 1998, el autor seguía expresando su viejo escepticismo radical: “Si al hombre lo forman las circunstancias, entonces las circunstancias deben formarse de manera humana.

El capitalismo no consiguió hacer esto, no nació para hacerlo, y sería muy sensato reconocer que el socialismo tampoco lo hace… Las circunstancias que viven millones de personas no son humanas, nunca lo han sido y todo indica que no lo serán jamás”.

La esperanza de una salvación providencial también le parecía algo irreal. El escritor ateo y comunista siempre se inclinó por una reformulación humanista de la esperanza. En El evangelio según Jesucristo (1991), propuso una visión alternativa de la vida de Jesús, audacia literaria que pronto habría de suscitar las más airadas condenas eclesiásticas. José Saramago muere en 2010, a los 87 años, por complicaciones de una leucemia.

Comments
comentarios de blog provistos por Disqus