La denuncia femenina — letraese letra ese

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La denuncia femenina


Una espiral de violencia imparable con una estela de secuestros, feminicidios y violencia doméstica. Un saldo provisional de más de 95 mil desapariciones forzadas, de las cuales existen, según la identificación forense, un total de 52 mil cuerpos sin nombre, encontrados la mayoría en fosas clandestinas. La prensa escrita, las redes sociales y los medios de comunicación audiovisual dan cuenta día a día de esta realidad insoslayable. En los últimos años también se han elevado voces de denuncia en el ámbito del cine mexicano, desde películas documentales, como las centradas en el emblemático caso de la desaparición de 43 normalistas en Ayotzinapa, hasta los registros de una violencia criminal de género que en el cine de ficción ha tenido como protagonistas a valerosas cineastas mexicanas. A continuación, un breve repaso a tres títulos que abordan, desde una perspectiva femenina, diversos aspectos de la crisis de seguridad que vive hoy México.

Sin señas particulares

En Sin señas particulares (2020), su primer largometraje de ficción, la documentalista mexicana Fernanda Valadez realiza una incursión valiente y oportuna en el drama de las personas desaparecidas en México. Magdalena (Mercedes Hernández), protagonista del filme, es una mujer madura, originaria de Guanajuato, en busca desesperada de su hijo Jesus, quien tres años antes partió hacia Estados Unidos en busca de trabajo, y de quien ha perdido toda pista. Su indagación personal y solicitud de ayuda a las autoridades se topa invariablemente con una indiferencia desdeñosa. A Chuy, una de las muchas madres en situación similar a la suya, un oficial le había ya señalado imperturbable: “Si su hijo se marchó sin el permiso de sus padres, no se trata ya de una persona desaparecida, no hay crimen que perseguir”. A la indescriptible situación de desamparo de la madre de Jesús, le sigue su pavoroso itinerario por las morgues tratando de identificar el cuerpo de su hijo entre una multitud de cadáveres anónimos, todos ellos “sin señas particulares” que destacar. En medio de esta desolación, en la que hay una alusión temerosa a la posible intervención del diablo, la trama escrita por la cineasta y por Astrid Rondero opera un giro sorprendente: del tono semidocumental se transita a un relato con tintes fantásticos. En su camino, la madre se topa con Miguel (David Illescas), un joven bracero que regresa de Estados Unidos buscando a su familia que vive bajo la amenaza del crimen organizado. Entre los dos personajes surge una conmovedora complicidad afectiva. Todo apuntaría aquí a un desenlace de consuelo mutuo, a una salida medianamente esperanzadora, y sin embargo la película le reserva al espectador sorpresas más enigmáticas y sombrías, muy en sintonía con una situación de violencia atroz que difícilmente autoriza en el país ficciones optimistas.

Noche de fuego

El debut en el cine de ficción de la notable documentalista mexicana Tatiana Huezo, realizadora de Tempestad (2016), no podía ser más afortunadao y oportuno. Noche de fuego (2021), cinta basada en el libro Prayers for the Stolen, de la estadounidense, de origen mexicano, Jennifer Clement, aborda el tema del secuestro de mujeres adolescentes por parte de la delincuencia organizada con el propósito de forzarlas al trabajo sexual. Ante este clima de intimidación y acoso continuo, algunas madres eligen una estrategia singular para proteger a sus hijas. Es el caso de Rita (Mayra Batalla), una mujer que enseña a su hija Ana, de ocho años, a resguardarse en un hoyo en la tierra, disimulado bajo una manta, ante la posible llegada de secuestradores. Siendo este recurso apenas suficiente, la madre procura tiempo después, siendo Ana ya adolescente, desdibujar los atractivos físicos de su hija para que pase inadvertida a los ojos de los delincuentes. La ausencia del padre de la joven, quien ha emigrado a Estados Unidos para garantizar la manutención de la familia, deja a las dos mujeres desprotegidas. Como otras madres del pueblo, Rita procede a cortarle el cabello a su hija, con el pretexto de eliminar parásitos, dotándola así de un aspecto andrógino que le permita circular por las calles sin llamar la atención, al abrigo de las amenazas de secuestro. La adolescente no comprende ese insistente afán materno por coartarle la libertad de movimientos, deslucir su atractivo físico, y sabotearle el desarrollo pleno de su personalidad femenina. Ante la imposibilidad económica de reunirse con su padre en el extranjero y sustraerse así al diario acoso de las bandas criminales, la joven Ana habrá de resignarse a una existencia gris, con gratificaciones tan precarias como el fugaz amorío que vive con Margarito, un joven pretendiente que a su vez se ve obligado a trabajar para el narco. Como en la cinta Las elegidas, de David Pablos, o en la escalofriante radiografía de la violencia rural que presenta Amat Escalante en Heli, también en Noche de fuego —cinta disponible en Netflix— se manifiesta el círculo perverso que hasta hoy perpetúa la impunidad del crimen organizado.

La civil

En La civil, primer largometraje de ficción de la realizadora rumana, de ascendencia belga, Teodora Ana Mihai, el tema de la violencia provocado por los carteles de la droga en México se captura, de nueva cuenta, desde el punto de vista de una mujer. Luego de asistir al secuestro de su hija adolescente, Cielo (Arcelia Ramírez, imponente) intenta negociar con los responsables del delito, ligados a una banda criminal que opera en el norte del país. Con recursos económicos muy limitados, la madre se ve incapaz de satisfacer las demandas crecientes de los secuestradores, y su impotencia se agrava todavía más al percatarse que tampoco puede contar con la ayuda de su esposo Gustavo (Alvaro Guerrero) de quien vive separada y que ahora se muestra pusilánime y torpe frente a un drama familiar que claramente le rebasa. Esta historia, basada en hechos reales, pone de manifiesto, desde el título de la cinta, la importancia que cobra la respuesta civil frente a una espiral de violencia crónica que las autoridades militares y policiacas no consiguen controlar, ya sea por ineptitud o complacencia, o según sugiere la película, por una complicidad de intereses que la protagonista procura desentrañar para dar con el paradero de su hija. Contrariamente a las cintas antes mencionadas, La civil no se limita a mostrar la vulnerabilidad de una mujer frente a las mafias paramilitares o burocráticas, su itinerario de combate su vuelve una intensa gesta solitaria que altera su equilibrio psicológico y su relación afectiva con los demás. La película combina así el drama individual y el thriller de corte policiaco en su apuesta final por una película de acción, muy cercana al formato televisivo. Cabía esperar un análisis más sutil y complejo de la protagonista y de las acciones de resistencia y denuncia que acomete. La civil, un próximo estreno muy esperado, es el contrapunto comercial de Sin señas particulares y Noche de fuego, dos cintas más arriesgadas y formalmente redondas. Tres puntos de vista complementarios, de actualidad iirrefutable, sobre los saldos desastrosos de la violencia de género.

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