Ambigüedad sexual — letraese letra ese

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Ambigüedad sexual


El mundo está divido en dos grandes bloques, el capitalista y el comunista, desatándose guerras en varios puntos del planeta para lograr un control ideológico de las personas e imponer un sistema económico. Las ciudades se han desbordado de habitantes, se comienza a hablar de la devastación de la naturaleza, de la desaparición de recursos naturales, de la contaminación, de la urgencia de la planificación familiar, de la pobreza y la hambruna en algunas regiones.

Ante la urgencia, después de contactar a un grupo de jóvenes, llega a la Tierra Ziggy Stardust, un extraterrestre destinado a traer un mensaje de esperanza, pues sólo le quedan cinco años de vida al planeta y su objetivo es poder influir en las masas para revertir la situación. Por lo tanto, su misión es convertirse en estrella de rock y diseminar el mensaje de cambio. Sin embargo, en su estancia mundana descubre los placeres de la humanidad.

Una de las principales características de este emblemático personaje creado por el músico británico David Bowie es su ambigüedad sexual, esa posibilidad de vestir prendas de hombre y de mujer sin el menor empacho y con grandes capas de maquillaje en el rostro, y cabellos coloreados de múltiples tonos, a fin de difuminar su identidad. Incluso, dentro de su ambigüedad, se menciona “que hace el amor con su ego” y pregona que “el amor es descuidado en su elección”. La falta de una identidad explícita, no muy necesaria, ha hecho que al paso del tiempo se le etiquete como bisexual, omnisexual y andrógino, motes que el mismo creador del personaje nunca ha desmentido.

Producto de un trabajo musical llamado El ascenso y la caída de Ziggy Stardust y las arañas de Marte, el personaje se ha convertido en un referente de la fluidez de los géneros, de la ambigüedad, de la pluralidad de lo sexual y de lo indefinido, mostrando al mundo que la definición no es lo más importante. La misma esencia tendrían otros personajes de Bowie como The Thin White Duke, quien apostaba a la elegancia, pero continuaba pregonando la indefinición en la ropa y en los peinados, apelando a una estética discreta.

En su etimología, la palabra andrógino combina los vocablos griegos “andros” (hombre) y “gine” (mujer) apelando a la indeterminación, a la ruptura de la dicotomía entre lo masculino y lo femenino, a todo aquello irruptor donde, históricamente, sólo se han reconocido dos opciones de vida.

 

En su etimología, la palabra "andrógino" combina los vocablos griegos “andros” (hombre) y “gine” (mujer) apelando a la indeterminación, a la ruptura de la dicotomía entre lo masculino y lo femenino.

 

Desde tiempos inmemoriales

El viejo griego ciego Tiresias tenía el don de la adivinanza y la predicción, por lo que era considerado como el más poderoso de la época, pero también, llamaba mucho la atención por haber vivido como hombre y como mujer, lo cual le permitió adquirir sus habilidades, pues fueron un regalo del dios Zeus, tras habérsele revelado que las mujeres tenían una vida sexual mucho más placentera.

De acuerdo con la mitología helénica, este vidente se convirtió en mujer después de haber asesinado a una víbora hembra en pleno coito, y otra vez en hombre, cuando hizo lo mismo, pero con una víbora macho.

En el diálogo de El Banquete, Platón retoma la exposición de Aristófanes con respecto a la perfección del amor, en la que se plantea la existencia del hombre, de la mujer y de un ser que conjuga a ambos, el andrógino, quien es descrito como redondo, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y dos órganos sexuales, unido en el vientre, con mucha fuerza, capaz de retar a los mismos dioses. Ante la latencia de su poder y de su perfección, el propio Zeus decidió separarlo para que sólo hubiera personas con un solo sexo.

Esta figura ambigua no era desconocida para el resto de los pueblos de la Antigüedad como Mesopotamia o Sumeria, entre otros, donde se creía en dioses con la posibilidad de transformar el sexo de las personas, como Ishtar, de la cultura mesopotámica, o había sacerdotes que asumían un dejo de inexactitud de su identidad sexual debido a que así se los exigía la deidad a la que encomendaban su destino, Inana, de la cultura sumeria, cuyos ministros de culto eran denominados “gala” y asumían una identidad femenina.

En la cultura japonesa, la ambigüedad en los personajes masculinos también ha estado presente. Desde hace dos mil años, las culturas jomon y yayoi adoraban a Dosojin, una figura fálica, representante de un todo, y de todas las posibilidades de ser. Posteriormente, hacia el año mil, se comenzó a utilizar el maquillaje en hombres con el objetivo de mostrar su pureza espiritual. Entre los años 1300 y 1500 se consolida el teatro Noh, donde participaban exclusivamente hombres, representando todo tipo de roles. Otras corrientes dramatúrgicas como el Kabuki consolidaron esta visión genérica, afinándola aún más y privilegiando los rasgos finos y tenues.

Esta tradición pervive hasta nuestros días a través del manga, historias dibujadas en las que muchos de los personajes preservan ese carácter de ambigüedad sexual.

Misterio literario

No sólo en la mitología aparecen seres sexualmente ambiguos, aún muy temprano, en el siglo XIX, el literato francés Honoré de Balzac publica la novela Serafita o Serafitus, ambientada en los bosques escandinavos, en la que se describe a este personaje como sexualmente ambiguo e inmortal, en parte terrenal y en parte celestial, que, de cierta manera, adquiere su identidad conforme a los ojos que le ven. Para algunos puede ser Serafita debió a que observan un grácil cuerpo femenino o Serafitus, para algunas, quienes observan una majestuosidad masculina en su persona.

Casi una centuria después, Virginia Woolf publicaría Orlando, una historia basada en el personaje homónimo que, tras un profundo sueño, sufre una metamorfosis de género para convertirse en lo que socialmente sería considerado como una mujer. Pero, al darse cuenta de que la ropa le permitiría conservar la identidad social con la que se le conoce, juega con esa ambigüedad o la utiliza para adquirir la identidad que prefiere.

A través de un ensayo sobre androginia en la literatura, el escritor costarricense José Ricardo Chaves identifica en la literatura alemana la presencia de varios personajes andróginos como en la novela El Golem de Gustav Meyrink, Mandrágora de Hanns Heinz Ewers o Demián de Herman Hesse o en la francesa contemporánea con la obra de Michel Tournier, donde los seres andróginos son una constante.

Lo anterior no es casualidad, pues el mismo autor considera que el andrógino es “un ser primero, primordial, anterior a todo, representado con frecuencia por la imagen de un niño; un ser asexuado, anterior a la sexualidad, un ser que contiene en sí, en germen, todas las posibilidades de la perfección”.

Parte de la atracción literaria por la androginia puede estar motivada en lo que el especialista en el estudio de las religiones Mircea Eliade ha definido como la androginia “cósmica” o “divina”, representante de un estado de perfección, más allá de totalidad sexual.

 

Mesopotamia o Sumeria, entre otros pueblos de la Antigüedad, creían en dioses con la posibilidad de transformar el sexo de las personas, como Ishtar, de la cultura mesopotámica, o había sacerdotes que asumían un dejo de inexactitud de su identidad sexual debido a que así se los exigía la deidad a la que encomendaban su destino.

 

En el vestir

Uno de los principales elementos que han permitido esa ambigüedad es la moda, y si bien, actualmente, hay una tendencia en cuanto a su uso para derribar esas barreras entre los géneros, hay varios ejemplos de que su uso ambiguo estuvo presente desde hace décadas, como lo muestra la actriz alemana Marlen Dietrich, quien vestía lo mismo vestidos con plumas que esmoquin.

O Twiggy, la modelo británica, menuda, con un corte de cabello neutro, ni largo ni corto, cuerpo ligero, ojos vivos y una fisonomía que le permitía la ambigüedad al camuflarse con la ropa. O Grace Jones, que a su propuesta de androginia sumaba el problema de la raza y la forma en que se representaba, por lo que rompía con los imaginarios colectivos de corte racial y sexual.

Y más recientemente, Andreja Pejic, modelo trans bosnia, que durante años representó a la androginia al modelar tanto ropa de mujer como ropa de hombre en las pasarelas más conocidas y codiciadas del mundo de la moda, mostrando que el género es una barrera, pues en su cuerpo se lucieron piezas de lencería o vestidos de novia sin que trascendiera el sexo de quien los portaba.

La aparición de Pejic en el mundo de la moda detonó otros casos similares como el de Bimba Bosé, quien con un cuerpo musculoso modela ropa con trazos muy sutiles y de muy delicada caída, o el de Erika Linder, quien luce ropa masculina y diluye su identidad con cortes de cabello muy masculinizados para complementar un rostro feminizado, situación muy similar a la de Ruby Rose.

También, hay quienes han optado por desvanecer la identidad masculina a través del maquillaje y la ropa como el cantante Boy George, quien llevó al tope la figura del glam, pero sin una identidad clara y precisa. Lo mismo podría acercarse más a lo femenino en la portada de sus discos y a lo masculino en sus más recientes apariciones públicas.

A partir de los años setenta, la irrupción de lo andrógino en los espacios públicos ha sido más común, múltiples celebridades lo han adoptado como parte de su look identitario y han modificado las formas tradicionales de vestir, de expresarse sin tapujos y de conjuntarse para posicionar el mensaje de que las barreras entre sexos y género se han diluido de manera tal que se apela a la neutralidad, o más bien a la fluidez entre un género y otro.

Fluidez de género

En una de sus más recientes publicaciones, el antropólogo Guillermo Núñez Noriega ha señalado que desde las ciencias sociales ha sido posible afirmar que “hay más de dos sexos biológicos; el género (lo que entendemos por ser hombre y ser mujer, lo masculino y lo femenino) no se deriva del cuerpo, y la atracción erótica y afectiva no se deriva del género y no tiene como única finalidad la reproducción biológica de la especie”.

Por lo tanto, advierte el surgimiento de un sinfín de términos que aluden al sexo, al género y la orientación erótico-afectiva, y pueden combinarse de formas diversas, conforme a la autodefinición y autopercepción, o buscar una síntesis, además de surgir posturas políticas como la fluidez de género o la no binareidad, que rompen con la visión binarista del género, y a su vez, confrontan la relevancia que se le da a dicha concepción, así como las formas en que pueden ser comprendidas por otras gentes, ya que, lo más relevante para quienes adoptan esta postura, son las razones personales por las que se asumen de una determinada manera.

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