Vulnerabilidad y mujeres con VIH — letraese letra ese

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Vulnerabilidad y mujeres con VIH


Fuera de las estadísticas, que es lo más común en la información inmediata, se sabe muy poco sobre las mujeres que viven con VIH, pero Ana Amuchástegui, profesora-investigadora de la UAM-Xochimilco, notó esa falta y se metió a fondo a averiguar sobre la problemática de las mujeres que viven con el virus. Esto dio pie a una investigación seria, comprometida, que tituló Gobernanza neoliberal en la epidemia del virus del vih/sida en mujeres en México: los efectos del paradigma de la vulnerabilidad**. A través de un trabajo de campo que incluyó acercarse a diarios, relatorías, audios, entrevistas, asistencia a eventos y foros gubernamentales, la autora indagó en muchos aspectos que enfrentan las mujeres con vih, por ejemplo, cómo se relacionan entre ellas, con los ámbitos de las instituciones gubernamentales y colectivos feministas.

Algo relevante desde el principio del artículo que surgió de esta investigación es enterarse que en algunos lugares existen tareas de acompañamiento solidario entre mujeres: ser asesora par significa que una mujer que lleva tiempo viviendo con el virus acompaña a otra que acaba de recibir el diagnóstico, va con ella a los servicios de salud, la alienta a iniciar y adherirse al tratamiento antirretroviral para que se vuelva indetectable. Para quien recién recibe el diagnóstico, esto puede ser un impacto paralizante, por eso las asesoras pares, gracias a su propia experiencia y saberes, pueden ayudar a otras, mostrarse como un ejemplo de fortaleza y así generar una construcción colectiva.

El estudio de Amuchástegui pone énfasis en que la respuesta a la epidemia del vih en mujeres en México carga con el discurso de la vulnerabilidad como sustento de las políticas gubernamentales de prevención y atención. Por esto, la investigación cuestiona y reflexiona sobre el paradigma de la vulnerabilidad como única mirada a las mujeres que viven con vih. Los peligros de reducir esta problemática menguan la complejidad de un universo lleno de matices, singularidades e historias humanas.

 

Se ha subrayado la vulnerabilidad de las mujeres, unida al tropo de violencia de género, como forma de mirarlas y hacerlas candidatas de apoyos oficiales.

 

El análisis que la investigadora lleva a cabo funciona como dispositivo, a decir de Deleuze, como “una máquina para hacer ver y para hacer hablar”. El trabajo va recorriendo aspectos a los que pocas veces se les pone atención y con esto construye una reflexión sostenida por un estudio que no cae en las generalizaciones o la superficialidad. El texto abre una discusión en varios sentidos. Se muestra el modo en que la gobernanza neoliberal opera en la epidemia a través del eje de la respetabilidad y la regulación moral de la sexualidad. También se critica el uso estratégico de la figura problemática de la víctima. Se analizan y muestran, asimismo, las diferencias entre organizaciones de mujeres que viven con el virus en contraste con grupos que trabajan con ellas.

La reflexión final se centra en las posibilidades de que la vulnerabilidad sea comprendida no como el atributo individualizado de un sujeto impotente, sino como potencia de resistencia ante identidades asignadas desde el poder.

Se conocen en especial activismos de hombres gay, pero no de las mujeres; el hecho de que vivan con vih lo asumen de una manera muy diferente a las poblaciones masculinas y a quienes pertenecen a grupos de la diversidad sexual. Si gran parte de estos grupos se unen para defender una sexualidad identitaria, lo que une a estas mujeres es el hecho de haber adquirido el virus, pero su proceso organizativo ha sido hasta ahora desigual.

Como el estudio lo señala existen, por un lado, algunos grupos de feministas, formados mayoritariamente por mujeres que no tienen el virus, profesionistas y de clase media, que han incluido en su agenda a mujeres con vih, más como beneficiarias que como socias o líderes porque las suman en una atención que se ocupa, además, de muchos otros asuntos, como el aborto, los derechos sexuales y reproductivos. Es común que en estos grupos se trabaje de manera vertical con talleres informativos. Los grupos de mujeres feministas saben vincularse con el Estado, formalizan su militancia, tienen la pericia para conseguir apoyos institucionales, se atienen a ellos, buscan mediar entre las mujeres afectadas y el gobierno y, si bien la intención es mejorar la atención de las mujeres que viven con el virus, no siempre logran su cometido.

Por otro lado, se han formado grupos de mujeres con vih que trabajan de manera horizontal, pero son más difíciles de sostener, los integran mujeres de baja escolaridad, con situaciones de vida muy duras, lo que les complica persistir en los grupos y no tienen las habilidades o los requisitos para cumplir con la burocracia institucional y conseguir apoyos. Además, muchas temen hacer público su estatus serológico por el miedo a la discriminación, que de por sí ya han vivido en sus círculos cercanos.

 

La investigación crítica de Amuchástegui reflexiona sobre el paradigma de la vulnerabilidad como única mirada a las mujeres que viven con VIH. Los peligros de reducir esta problemática menguan la complejidad de un universo lleno de matices, singularidades e historias humanas.

 

El gobierno neoliberal, que opera desde un modelo de desarrollo anclado en el mercado, la manera de gobernar a los pobres es con programas específicos y cofinanciados. El artículo de Amuchástegui refiere cómo se ha subrayado la vulnerabilidad de las mujeres unida al tropo de violencia de género como forma de mirarlas y hacerlas candidatas de apoyos oficiales. Algunas feministas se empataron con la visión gubernamental de la situación de las mujeres. Si se establece una organización gubernamental del sufrimiento y ser vulnerable, un término donde caben personas jóvenes, indígenas, discapacitadas, mujeres, entonces parece ser el factor determinante para ser tomado en cuenta. El artículo enuncia que “es común que, de manera inexacta y reduccionista, el termino se utilice como un vocablo políticamente correcto que viene a remplazar el de riesgo”.

Hay diversos niveles de vulnerabilidad y de riesgo, un ejemplo es tener relaciones sexuales penetrativas sin protección con una pareja masculina, dentro de un vínculo como el matrimonio o el concubinato. Cabe mencionar que el 95% de las mujeres adquirió el virus por vía heterosexual. Esto abre un conocimiento decisivo para entender la transmisión porque se oculta un riesgo cotidiano que no está queriéndose ver ni enfrentar: muchas mujeres en matrimonio o en concubinato, según datos mencionados en el artículo, tienen una probabilidad muy alta de contraer el virus. Las relaciones socialmente normativas significan la situación de riesgo más importante en las mujeres mexicanas; se infectan en la supuesta monogamia. Estas relaciones no sólo no las protegen del VIH, sino que no permiten ver el riesgo. Cuando se habla de “poblaciones clave” donde se pone el foco de atención por considerarlas vulnerables, se omite a las mujeres casadas o en concubinato, pues se conjetura que no están en riesgo. Como consecuencia, esto retarda la atención médica, el diagnóstico y el acceso al tratamiento.

Pero, como expresa la investigadora en el artículo: “Cuando se inclina la balanza de la vulnerabilidad exclusivamente hacia las mujeres heterosexuales (…), no sólo se desconocen otras dimensiones sociales, además del género, sino que también se invisibiliza la vulnerabilidad social, económica y cultural de los hombres, y con ello se obstruye el diseño de políticas de prevención para hombres heterosexuales, entre quienes las prácticas de riesgo podrían ser mejor abordadas”. Un hecho mencionado en el estudio que es urgente ver, es el comportamiento sexual de algunos hombres, en concreto, dejar de ocultar la existencia del deseo homoerótico y las prácticas sexuales entre hombres que no se identifican como homosexuales. Es frecuente que esto sea negado en general y por ellos mismos, al grado de que si se les informa que tienen VIH, son capaces de rechazar el diagnóstico, no tomar el tratamiento y transmitir el virus a sus parejas mujeres con quienes llevan relaciones “estables”.

El artículo de Amuchástegui ayuda a ampliar el panorama y constatar que hay muchos y diversos escenarios. La tensión entre vulnerabilidad y resistencia es compleja, pero como se expresa en el texto: “En el cruce entre ser mujer y vivir con vih se legitima la voz de un sujeto único y específico que pone en juego dimensiones corporales, institucionales y relacionales propias de su condición. En este proceso, en lugar de reiterar la vulnerabilidad como atributo esencial y permanente, aquélla se transforma en una ´potencia habilitante´”. Esta potencia le ha dado una fuerza movilizadora a varias mujeres que, como se mencionó al principio, se convirtieron en asesoras pares, una acción certera, solidaria, nacida de los saberes que da la experiencia, así: “El diagnóstico que nació de su vulnerabilidad se convirtió, gracias al reconocimiento y del saber único que lo involucra, en motor de la resistencia subjetiva”.

 

 

*Escritora. Ha trabajado en el sector editorial y publicado libros de poesía.

**Amuchástegui, Ana (2017) “Gobernanza neoliberal en la epidemia del vih/sida en mujeres en México: los efectos del paradigma de la vulnerabilidad”, en Estudios Sociológicos, Vol. xxxv, nº 104, mayo-agosto, ISSN: 0185-4186, https://estudiossociologicos.colmex.mx/index.php/es/article/view/1511

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