Cuerpos, baile y resistencia — letraese letra ese

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Cuerpos, baile y resistencia


Rodeado de un gran número de personas, un joven de origen afro, cuyo cabello está teñido de rubio platinado, con ciertos mechones cenizos, un gran collar pendiendo en su pecho, pantalones entallados, zapatos con diseño de terminado en punta y tacón, movimientos corporales sugerentemente femeninos, pero marcadamente masculinizados, en sí, una aparente contradicción, se adueña de una de las calles del barrio londinense del Soho para bailar desenfrenadamente, sutil y ferozmente, contoneando caderas, moviendo manos y piernas, agitando la cabeza, reptando en el piso con cierta alegría y sigilo, para después volver a colocar, de manera súbita, su cuerpo en vertical. Ejecuta dicho baile en medio de una protesta por los sucesos ocurridos en 2016, en Orlando, Florida, en el club Pulse, un sitio de reunión de poblaciones LGBTIQ, en el cual se registró una balacera que dejó 53 personas muertas y 50 heridas.

Este joven sólo utilizó al baile, que podría entenderse, según lo referido por algunos antropólogos de la danza, como un lenguaje que permite captar y representar a la cultura de un grupo de un modo diferente al habitual a partir de un conocimiento corporal, y al cuerpo, definido por el antropólogo francés David Le Breton como un ente sociocultural, un factor de individuación, una construcción simbólica, en la que, de cierta manera, la persona comparte su posición frente al mundo, y un espacio de transformación y amoldamiento que se puede alterar y transformar de manera constante.

O como señala la filósofa norteamericana, Judith Butler, el cuerpo puede ser un factor de reconocimiento, que no necesariamente reconoce u otorga el mismo nivel a todas las personas, exponiéndoles a determinada violencia social a quienes no forman parte de la hegemonía y viven al límite de las normas conforme a un discurso incapaz de admitir ciertos tipos de sexualidad, deseos, orientaciones, expresiones e identidades.

Su caso no es el único, pues el cuerpo ha sido, por excelencia, la llave de muchos sectores sociales aislados y relegados, para poder externar sus cuestionamientos y poner en entredicho la normatividad sociocultural vigente. Esta no ha sido la excepción para las comunidades afrodescendientes de muchos lugares del mundo, sobre todo, Estados Unidos, y en específico, de quienes son de origen africano o latino, y son parte de las poblaciones LGBTIQ, mayormente trans o queer, cuyas inquietudes y peculiaridades dieron pie al voguing.


El lenguaje del baile
Al norte de la Gran Manzana neoyorquina, en el barrio de Harlem, cuyas fronteras a los costados son el río homónimo y el río Hudson, al sur la Universidad de Columbia y Central Park y al norte el Bronx, se suscitó un “renacimiento” de la cultura afroamericana en la década de los 30 del siglo pasado, pues en esta zona de Manhattan se comenzaron a instalar personas afrodescendientes de todas partes del territorio estadounidense, desplazados por la segregaciónn racial existente y respaldada por las leyes, propiciándose un gran diálogo y el surgimiento y el asentamiento de múltiples expresiones culturales como el jazz y el blues, pero también de espacios como los ballrooms, sitios donde la gente de la zona acudía a bailar al cobijo de las orquestas de jazz.

 

El cuerpo ha sido la llave de muchos sectores sociales aislados y relegados, para poner en entredicho la normatividad sociocultural vigente. Esta no ha sido la excepción para quienes son de origen africano o latino y son parte de la diversidad sexual.

 

En estos espacios para baile, no sólo se generó una cultura musical, sino también una estética del vestuario y de las expresiones corporales que muy difícilmente podría suscitarse en otro rincón neoyorquino y del mundo. Incluso surgieron determinadas formas de organización social, las cuales tuvieron gran auge en la década de los 80, momento de irrupción del VIH y el sida en la escena pública.

La conjunción de estos factores ha dado pie al surgimiento de un fenómeno cultural conocido como vogue, caracterizado por ser un baile urbano, nacido en el seno de las comunidades LGBTIQ afroamericanas, las cuales decidieron retomar las estéticas de las revistas de moda, en cuyas páginas sería imposible su aparición, al carecer de ciertos rasgos raciales y por disentir de una sexualidad y una identidad normada, y proponer pasos de baile que llevan al cuerpo a situaciones límite.

Así, el voguing, “es una forma de danza underground inspirada por las poses de las revistas de moda, invención de cuerpos que han sido criminalizados, racializados, medicalizados y castigados una y otra vez”, como lo definen Manuel Segade, del Centro de Arte Dos de Mayo de Madrid, y Sabel Gavaldón, curador, quienes han dedicado parte de sus estudios sobre arte a este tema, obteniendo como resultado la exposición Elementos de Vogue. Un caso de estudio de performance radical, única en el mundo por el abordaje del tema, y ahora de visita en México, en el Museo Universitario del Chopo.


Muerte civil

Mediante una reflexión sobre la inevitable presencia de la muerte en las comunidades afroamericanas, desde el momento en que fueron desterradas de África para ser implantadas en América, pasando por las plantaciones de azúcar y tabaco, la guerra de secesión, las leyes segregacionistas de las primeras seis décadas del siglo XX, entre otros hechos, el filósofo afrodescendiente Cornel West, catedrático de la Universidad de Harvard, habla de que la muerte no ha sido únicamente física para las comunidades afro, sino también civil, al ver mermados sus derechos y vivir en condiciones de desigualdad.

Así, Elementos de Vogue dedica la primera de tres partes de la exposición a mostrar fotografías de momentos icónicos para la lucha por los derechos de las comunidades afroamericanas como la foto en la que los atletas Tommie Smith y John Carlos reciben sus respectivas medallas ganadas en los Juegos Olímpicos de 1968, levantando su puño, envuelto en un guante negro, haciendo el saludo conocido como black power.

También se comparte una foto de una silueta marcada en el piso con gis, con gomitas de azúcar derramadas en su interior y una lata de té helado, la cual fue tomada durante una acción de protesta por el asesinato de Trayvon Martin, un chico afro de 17 años que fue asesinado en Florida por un guardia vecinal mientras iba a la tienda por algunas golosinas. O de actos de protesta en Memphis, Tennesse, por parte de trabajadores o de personas de una comunidad que salen a la calle con el letrero “Soy un hombre”, en alusión a que las personas afrodescendientes no eran consideradas como tales.

El voguing “es una forma de danza underground inspirada por las poses de las revistas de moda, invención de cuerpos que han sido criminalizados, racializados, medicalizados y castigados una y otra vez”, como lo definen los curadores de la exposición.

La estética producida alrededor del partido Panteras Negras no es ajena a la exposición y se comparten algunos trabajos de Emory Douglas, quien fue ministro de cultura de la agrupación, y quien en 2018, tras visitar comunidades zapatistas en Chiapas, inició el proyecto Zapanteras Negras, produciéndose múltiples textiles con mensajes de inclusión.

 

Arte y cuerpo

William Pope, un hombre afro, vestido con el traje de Superman, sustituyendo la tradicional capa roja con una patineta, arrastra su cuerpo desde la Estatua de la Libertad, al sur de la isla de Manhattan, hasta la casa de su madre, ubicada en el Bronx, por toda la avenida Broadway, icónica por ser el espacio donde se encuentra la meca mundial del teatro musical, la célebre Times Square, el distrito financiero y prácticamente toda la Gran Manzana. Su recorrido duró varios años y simbolizó las diferencias de clases motivadas por los cuerpos.

En la década de los 70, David Hammons realizó su serie Huellas corporales, derivada de un ejercicio en el que cubrió su cuerpo con grasa para después prensarlo en contra de una hoja de papel, y mostrar como los circuitos artísticos aún denostaban la producción de creativos afroamericanos, pues siempre se aceptaba la representación de un cuerpo negro, pero elaborada desde una mirada blanca. De igual manera, se dedicó a cultivar jardines de cabellos rizados.

De las intervenciones artísticas no quedó la obra original, pero en Elementos de Vogue se muestran las fotografías tomadas por Bruce Talamon durante ambas intervenciones artísticas.

En ambos casos se rescata y resalta el uso del cuerpo de manera performativa para cuestionar a un sistema que los niega. En ese sentido, esta parte de la exposición rescata la labor de activistas trans como Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, de esta última, retomando una entrevista reciente en la que cuestiona el sentido del actual movimiento del orgullo, calificándolo de capitalista y alejado de sus orígenes. Y recuerda espacios como la casa de LaBeija, donde se realizaba un baile anual con temática egipcia de gran concurrencia, encabezado por la activista trans Cristina Labeija.

El final de esta sección es el video de Arthur Jafa, compuesto por fragmentos de decenas de videos en los que se ha representado la negritud de muy diversas formas y maneras. Y parte del material derivado del performance de Joan Jett-Blakk, una perfomancera travesti que decidió, en 1992, lanzarse como candidata a la presidencia de los Estados Unidos, apoyada en una estética en homenaje a las Panteras Negras y un poema de Zoe Leonard.

Resistencia

A principios de la década de los 90, el voguing salió de su círculo subrepticio después de la filmación del documental Paris is burning, de Jennie Livingston, y el videoclip musical de Madonna llamado Vogue, para el cual retomó la estética de los salones de baile neoyorquinos.

La respuesta no se hizo esperar. El videoasta Charles Atlas realizó su propio videoclip con la canción de Madonna, contando la historia de dos trabajadoras sexuales de la zona del mercado de carne, un espacio paupérrimo en aquella época, y uno de sus clientes.

También se muestra un fragmento del documental Voguing. The message de David Bronstein, filmado dos años antes de Paris is burning, en el que un grupo de chicos baila en los muelles del barrio de Chelsea. Además de los shades, una subtrama del voguing, consistente en hacer énfasis en los gestos.

 

Sumado a la recreación de un salón de baile, Elementos de Vogue enfatiza la necesidad de reconocer la diversidad corporal, y da muestras, de cómo, al paso del tiempo, estos perfomances radicales, siempre han sido necesarios, en un mundo en el que los asesinatos de personas trans, en su mayoría mujeres, son una realidad constante.

En la década de los 70, David Hammons realizó su serie Huellas corporales, derivada de un ejercicio en el que cubrió su cuerpo con grasa para después prensarlo en contra de una hoja de papel, y mostrar como los circuitos artísticos aún denostaban la producción de creativos afroamericanos, pues siempre se aceptaba la representación de un cuerpo negro, pero elaborada desde una mirada blanca. De igual manera, se dedicó a cultivar jardines de cabellos rizados.

De las intervenciones artísticas no quedó la obra original, pero en Elementos de Vogue se muestran las fotografías tomadas por Bruce Talamon durante ambas intervenciones artísticas.
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