Una vejez subjetiva — letraese letra ese

Director fundador | CARLOS PAYAN Director general | CARMEN LIRA SAADE • Director Alejandro Brito Lemus

SALUD SEXUALIDAD SOCIEDAD

ARCHIVO HISTÓRICO

Número

Usted está aquí: Inicio / 2019 / 12 / 04 / Una vejez subjetiva
× Portada Guardada!

Una vejez subjetiva


De acuerdo con un estudio realizado en julio de este año por los Archivos de Gerontología y Geríatrica, del Taipei Veterans Hospital, en Taiwán, sobre una población de 3,000 individuos mayores de 65 años, y reportado por el diario británico The Times, las personas que se perciben a sí mismas más jóvenes de lo que son, de acuerdo con su edad cronológica, tienden a ser más saludables, física y mentalmente. que quienes se sienten más viejos. Esta hipótesis contempla tres tipos de edades, o maneras de concebir la edad: el número de años transcurridos desde el nacimiento marca la edad cronológica; la manera en que nuestros cuerpos envejecen determina una edad biológica, y finalmente, otro tipo de edad, llamada subjetiva, obedece a la manera en que un individuo se siente envejecer.

Aunque el estudio se limita a señalar pautas para una mejor calidad de vida, en realidad tiene implicaciones de tipo cultural acerca de las diversas formas en que un entorno determinado puede disminuir o acrecentar la autoestima de las personas y las estrategias de éstas últimas para resistir e incluso contradecir muchos determinismos biológicos o sociales. El periodista británico John Naish, autor del artículo en The Times que analiza las conclusiones del estudio geriátrico, refiere haber cuestionado durante una entrevista al célebre cantante de rock Roger Daltrey, del grupo The Who, acerca de las polémicas declaraciones que hizo alguna vez a los 60 años: “Espero morir antes de volverme viejo”, señalaba. La precisión que le hizo después la estrella fue reveladora: “Nunca quise decir con ello físicamente viejo, sino tan sólo viejo mentalmente”. La idea implícita en esta declaración es que las personas son todo lo viejas que quieran sentirse. Y aunque esta constatación parecería ser un burdo lugar común, cada vez existen más estudios científicos que constatan su veracidad, y concluyen que según la manera en que una persona llegue a sentirse cronológicamente más vieja o más joven, eso tendrá una influencia decisiva sobre la forma en que habrá de manifestarse su edad biológica (marcada esta última no sólo por los estragos de la vejez en la piel o el tono muscular, sino en condiciones tan concretas como la presión arterial o la resistencia pulmonar).

Beneficios de la edad subjetiva
Pensarse más joven de lo que se es o de como los demás lo perciben, estimula y promueve en el individuo comportamientos sociales más sanos como la práctica cotidiana del ejercicio físico y el hábito de socializar. Esta percepción personal, siempre muy subjetiva, tiene efectos directos sobre la salud física, alterando incluso el desgaste natural que conlleva el envejecimiento biológico. Por el contrario, cuando una persona madura se complace en alimentar, de modo pesimista, la noción de que la vejez es un suceso tan inminente como fatídico, esa percepción suele acompañarse de una tendencia al aislamiento social, al sedentarismo, a la bulimia y, consecuentemente, a trastornos metabólicos susceptibles de provocar la obesidad y las enfermedades asociadas a ella como la hipertensión o la diabetes. Para John Naish, la conclusión es evidente: la edad subjetiva es un indicador de lo que puede ser, en un futuro inmediato, la salud física o mental de una persona, y para respaldar esa hipótesis acude a otro estudio practicado en 2014 por el Journal of Personality sobre 3,600 estadounidenses de 40 años en promedio, según el cual las personas que se sienten más jóvenes consiguen sobreponerse rápidamente a las tendencias de inseguridad, irritabilidad e introversión asociadas al envejecimiento. De modo más concluyente, se sugiere que esos hábitos en la conducta pueden incidir en el funcionamiento cerebral. Al respecto, se cita un estudio de 2018 la publicación surcoreana Frontiers in Ageing Neuroscience, según el cual el escaneo de 68 adultos sanos dio como resultado que aquellos voluntarios que declaraban sentirse más jóvenes presentaban menor deterioro cognitivo y una materia gris en excelente estado. Se trataba de personas con buena alimentación, hábitos regulares de ejercicio, control adecuado del peso, y una memoria muy aguda. De nueva cuenta, quienes vivían con dificultad y aprensión el proceso natural de envejecimiento, acusaban síntomas premonitorios de depresión nerviosa, inestabilidad emocional y dificultad para comunicar o convivir con otras personas.

Las implicaciones culturales
El incremento actual en el índice de longevidad en las sociedades industriales, aunado a los progresos en medicina terapéutica y preventiva que han permitido controlar mejor padecimientos como el asociado al virus de inmunodeficiencia humana (VIH), o ciertos tipos de cánceres, comienzan a cambiar radicalmente la manera en que muchos individuos viven el proceso del envejecimiento. Hasta fechas recientes, a una persona infectada con el VIH se le deparaba un rápido destino trágico, acompañado de una insólita vejez prematura. A sus escasos 36 años, el escritor francés Gilles Barbedette, fallecido por consecuencias del sida en 1992, y de quien se publicó póstumamente un libro tiulado Memorias de un hombre joven que se volvió viejo (Gallimard, 1993), simbolizó para toda una generación la realidad perturbadora de padecer en plena juventud estragos tan violentos como la demencia precoz. Con las nuevas terapias contra el sida, no sólo se transformó la enfermedad como sentencia de muerte en un padecimiento crónico, sino que también se alteró sustancialmente la manera en que muchos infectados podían contemplar una edad biológica saludable a partir de una percepción alentadora de su edad subjetiva. Algo similar sucede con quienes hoy padecen un cáncer o enfermedades crónico-degenerativas como la hipertensión o la diabetes. Este cambio de paradigmas ha traído como consecuencia intensificar no sólo las prácticas del ejercicio y la buena dieta, sino favorecer una cultura del cuidados corporales muy rentable para las grandes industrias de cosméticos y productos de belleza. Incrementar mercantilmente la percepción de una edad subjetiva ideal con el fin de frenar virtualmente el proceso de envejecimiento biológico (arrugas, estrías, piel cansada, tono muscular débil, depósitos de grasa), se ha vuelto un negocio redondo, dado que para el año 2025 se calculan en 257.9 billones de dólares las ganancias del mercado global de productos de lucha contra la vejez.

Gestión de la madurez
Una manera efectiva de no hacerle el juego a esa mercadotecnia oportunista consiste en actuar de modo opuesto a todo lo que se espera de un comportamiento de personas viejas: desarrollar la tolerancia y el optimismo, frecuentar a personas jóvenes en lugar de evitarlas, “preferir la caminadora al sillón reclinable”, incrementar la socialización y rehuir el aislamiento voluntario, valorar el realce estético de una vestimenta alegre y viva sobre una piel madura, y contrarrestar con buen sentido del humor las situaciones más adversas. Una edad subjetiva feliz favorece la plenitud de la edad biológica. Todos los estudios citados concuerdan en que esa fórmula es muy eficaz para aminorar las penurias mentales y los deterioros físicos propios de una edad cronológica avanzada.

Comments
comentarios de blog provistos por Disqus