El ébola: otro virus mutante — letraese letra ese

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El ébola: otro virus mutante


Muchos musulmanes originarios de la República Democrática del Congo se vieron impedidos de cumplir con uno de los mandatos pilares de su religión: la peregrinación a La Meca. Esto porque el gobierno de Arabia Saudí, país en el que se ubica la ciudad más sagrada del Islam, prohibió la entrada a los peregrinos provenientes del Congo, donde se originó el actual brote de ébola que la Organización Mundial de la Salud ya calificó como emergencia de salud pública de importancia internacional.

Aunque el propio organismo mundial ha llamado a no cerrar las fronteras y no limitar las operaciones comerciales en el marco de la emergencia, el gobierno saudí impuso esta restricción solamente a quienes provinieran del Congo, no así de otros países de la región que posiblemente se vean afectados, como Ruanda, Burundi, Uganda y Sudán. El propio Ruanda había cerrado, a principios de agosto, su frontera con el Congo, debido a que se dio a conocer que la epidemia alcanzó a Goma, la ciudad congoleña más grande cercana a la frontera con Ruanda.

En medio de la crisis sanitaria, que hasta el 30 de agosto pasado había afectado a 3,004 personas y matado a 2,006, según datos oficiales, se detectó la primera muerte por ébola en Uganda. De acuerdo con información del diario El país, el Ministerio de Sanidad de esa nación aseguró que no hubo oportunidad de que se produjera ningún contagio, pues la menor fue detectada en un punto de acceso, además de que el distrito de ingreso (Kasese) ya tiene experiencia en la gestión de la enfermedad, ya que hace un mes tuvo que hacer frente a los tres primeros casos “importados”, los cuales pudo contener.

En el Congo, el brote, que surgió hace poco más de un año, ha alcanzado tres provincias: Kivu del Norte, Kivu del Sur e Ituri, aunque las autoridades informaron que la media de nuevos casos diarios ha disminuido de 14 a 11. Ante este panorama, Llanos Ortiz, directora adjunta de operaciones de la organización Médicos sin Fronteras (MSF), la única organización no gubernamental internacional que posee experiencia probada en atención a los brotes de ébola, afirmó que “podemos decir que la epidemia está estable, pero lejos de ser controlada”.

Al fin, tratamientos eficaces
A mediados del mes de agosto, las buenas noticias llegaron para dar un respiro a la epidemia. Dos fármacos, basados en anticuerpos monoclonales, mostraron una efectividad de aproximadamente 90% en curar la enfermedad. Los fármacos llamados mAb114 y REGN-EB3 se han usado desde noviembre de 2018 (un mes después de declarada la epidemia actual) en un ensayo clínico que involucró a 499 personas. Dados los resultados tan positivos, la Organización Mundial de la Salud decidió que serán los únicos medicamentos con los que se tratará a los pacientes.

El experimento probó la actuación de cuatro medicamentos, pero dos de ellos se descartaron, pues permitieron una mortalidad del 50 mientras que 94 por ciento de los pacientes que recibieron REGN-EB3 sobrevivieron, así como el 89% de los que fueron tratados con mAb114. Este último tratamiento es la clonación de un anticuerpo de una persona que sobrevivió al ébola durante un brote en los años noventa.

 

En agosto, los casos nuevos de ébola por día se redujeron de 14 a 11, sin embargo, la emergencia está lejos de ser controlada. El principal factor de riesgo es el contacto entre seres humanos, el cual con frecuencia involucra alguno de los fluidos portadores del virus: saliva, sudor, lágrimas, sangre, vómito, orina, heces o semen.

 

“Son los primeros medicamentos que, en un estudio científicamente sólido, han demostrado claramente una disminución significativa en la mortalidad de las personas con enfermedad por el virus del ébola”, aseguró el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas del Instituto de Salud de Estados Unidos (NHI, por sus siglas en inglés), Anthony Fauci.

El análisis final de datos se realizará entre fines de septiembre y principios de octubre, para luego publicar el estudio en una revista científica internacional (lo cual implica la “oficialización” del hallazgo). Se trata de un resultado sin precedentes, pues aunque ya existe una vacuna más o menos probada, no se habían desarrollado tratamientos que curaran el ébola con tal nivel de efectividad. Asimismo, Fauci recalcó que esta investigación “establece que es factible conducir un estudio aleatorizado controlado durante una emergencia de salud pública mayor, en forma profundamente científica y ética”.

Antes de estos hallazgos, lo único que se tenía era un medicamento llamado ZMapp, una combinación de tres anticuerpos monoclonales creados a partir de plantas, especialmente del género de la nicotiana. Los anticuerpos monoclonales son moléculas producidas por un solo tipo de célula del sistema inmune, y en este caso se trataba de un suero inmunológico experimental.
En 2012 se publicaron los primeros resultados sobre la efectividad del suero en animales (ratones y monos), la cual rondaba el 50 por ciento. Aunque todavía no se habían hecho pruebas clínicas en humanos, en 2014 el ZMapp se comenzó a usar para tratar a algunos afectados por el brote de ese año. En especial, fue sumnistrado a un médico y una misionera estadunidenses que regresaron a su país infectados por el ébola. Ambos se recuperaron y fueron dados de alta, mientras que un sacerdote español, a pesar de haber recibido el tratamiento, murió en Madrid a causa de la infección.

Así, las dos nuevas terapias que han probado su efectividad se perfilan como la mejor forma de controlar la epidemia. Sin embargo, requieren una importante condición: mientras más pronto se usen los fármacos, más efectivos son. Es decir, la tasa de alrededor de 90 por ciento de efectividad se consiguió sólo al dar tratamiento a personas que tenían escasos tres días de haberse infectado. Luego, con el paso del tiempo, la efectividad fue disminuyendo.

El mito del salvaje
Entre los múltiples mitos y prejuicios que se han creado (o exacerbado) alrededor de la epidemia de ébola es el estigma sobre el consumo de animales salvajes como alimento. Se ha logrado aislar ébola del organismo de animales como los murciélagos y algunos monos, por lo que se sospecha que la infección puede pasar de éstos al humano y mucho se culpa al hecho de que se consumen como alimento en ciertas zonas.

En primer lugar, como advierte el doctor Oliver Johnson en su libro Getting to zero: A Doctor and a Diplomat on the Ebola Frontline (publicado en coautoría con la doctora Sinead Walsh, ex embajadora de Irlanda en Sierra Leona), a 40 años del descubrimiento del virus del ébola, no está claro cuál sería el mecanismo de transmisión entre animales y humanos. Se cree que puede deberse a la ingesta de carne contaminada, pero también podría darse a causa de la simple convivencia entre especies, dado que el ébola es un virus que puede vivir en todos los fluidos corporales: sangre, saliva, sudor, moco, lágrimas, semen, vómito, orina y heces fecales, por lo que no sería difícil que una persona entrara en contacto con él.

En este contexto, el consumo de carne de murciélago es visto por los países de Occidente como un “exotismo” propio de África, pues la carne que más se consume es la de chimpancés, gorilas, murciélagos y monos, aunque también se consumen ratas y serpientes. En un trabajo periodístico hecho por la BBC en 2014, se recoge que en algunas áreas, estos animales se comen por su llano valor alimenticio, pero también hay lugares donde se ha convertido en un lujo.

Según el Centro para la Investigación Forestal Internacional, en la cuenca del Congo se comen alrededor de cinco millones de toneladas anuales de carne de animales silvestres. Sin embargo, esta sola cifra no logra explicar el riesgo de exposición al virus, pues éste no sobrevive en carne que ha sido cocinada, como sucede en muchos de los mercados de la región. No obstante, el riesgo sigue existiendo en quienes directamente cazan a estos animales y quienes preparan la carne cruda. Por otro lado, si se intentara prohibir el consumo de carne de animales silvestres, especialistas han afirmado que eso sólo la convertiría en objeto del tráfico ilegal.

 

Hasta la epidemia de 2014, diversos brotes de ébola siempre habían permanecido geográficamente limitados (en pequeños pueblos), pero ese año fue diferente:
la gente, incluso los muertos, estaban viajando de un pueblo a otro, y eso diseminaba la infección.

 

Paradójicamente, a pesar de que en Ghana se crían, matan y venden alrededor de 100,000 murciélagos por año, aunque quienes los comen los consideran comida saludable y no tienen consciencia de riesgo alguna, en ese país no se ha dado ningún brote de ébola. Por esto, la antropóloga Melissa Leach, de la Universidad de Sussex, Inglaterra, recalcó que la cobertura mediática que estigmatiza el consumo de carne silvestre no sólo no ayuda sino que es peligrosa, pues desvía la atención del verdadero riesgo de infección: la convivencia humana.

Y después, ¿qué?
La emergencia por ébola está todavía lejos de ser controlada. Las condiciones de guerra civil en las que vive hoy la República Democrática del Congo no permiten que la infraestructura sanitaria alcance a la mayor parte de la población. Sin embargo, los recientes descubrimientos médicos y el llamado de la OMS para que otros países destinen recursos a esta epidemia podrían representar una luz de esperanza.

Pero queda claro para muchos que el día después del fin de un brote tampoco es el más soleado. Así lo ha vivido Ericson Turay, quien era un joven y entusiasta periodista en Sierra Leona. De un momento a otro, su familia comenzó a sucumbir a la epidemia, según lo narra en un documental de la televisora rusa RT. Su padre, sus hermanas y hermanos mayores y menores murieron tan rápido que no había tiempo de lamentarse. A los pocos días, mientras él sobrevivía en el hospital, se enteró de que su madre también había vivido. Al ser dado de alta, se encontró con que debía mantenerla a ella y a los 16 huérfanos que habían quedado en su familia.

Y eso, si cabe, no era el mayor problema. Lo más duro fue enfrentarse al estigma de ser un sobreviviente del ébola. Ese concepto se volvió peyorativo y se lanzaba con miedo sobre quienes habían superado la enfermedad, pues las personas pensaban (siguen pensando) que el virus nunca se va del todo y que sólo pueden pasar dos cosas: que el otrora enfermo siga contagiando o que muera de un momento a otro.

Turay ha tomado la bandera de quitar el estigma de los sobrevivientes. Hoy conduce un programa de radio donde da su testimonio y conecta con otras personas que viven el mismo rechazo en sus comunidades, y que por esta vía se enteran de que no están solos. La lucha es diaria e inagotable, pero tanto él como sus compañeros saben que la información es la única arma que puede salvarlos de la segregación.

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