Hilos que tejen vida — letraese letra ese

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Hilos que tejen vida


Las manos de mujeres colombianas trazaron, cortaron, cosieron, rellenaron y vistieron muñecas hechas de tela como una metáfora de sus historias como víctimas y sobrevivientes de la violencia. Se trata de muñecas espejo que son testigos de las experiencias, emociones, miedos, transformaciones y luchas que habitan los cuerpos e identidades de estas mujeres migrantes que radican en México.

“Ella va a ser como si fuera yo, la voy a querer, ella me va a transmitir lo que quiero ser”, pronuncia Beatriz González a la par que contempla la muñeca que refleja el camino que ha recorrido y que comparte con otras mujeres que participaron en el taller “Puntada a puntada me transformo”, un espacio liderado por el Instituto Mexicano de Psicoterapia del Arte (IMPA) en el Consulado de Colombia en México, desde abril a julio de 2017.

Las muñecas, como objetos transicionales, reflejaron la vida de cinco mujeres por medio del reconocimiento del cuerpo y la integración de sus experiencias a través de las palabras y los silencios, la incorporación de diferentes materiales como símbolos de su pasado, presente y futuro, y el proceso de elaboración como pilar de una identidad que se construye y se nombra.
“Coser es como atravesar el cuerpo, recordar que las experiencias tienen sus partes”, comenta Beatriz mientras hilvana la silueta que dibujó para reflejar a la mujer que fue descosida por su pareja.

“Antes de ingresar al taller de muñecas, yo estuve un año en un grupo de mujeres en el Consulado de Colombia en México. (…) Un día fui a renovar mi pasaporte y vi el Violentómetro y me di cuenta que muchas cosas que estaban en ese papel yo ya las había vivido”.

El Violentómetro es un material educativo creado por especialistas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en México, el cual permite medir los diferentes grados de violencia que puede sufrir una persona al ser sometida por otra. “Vi que cada tema era más grave y pensé que la mayoría de cosas ya las había vivido. Lo último era la muerte y yo no quiero llegar ahí”.
Beatriz González, 45 años, tez trigueña y oriunda de Cali (Colombia) tiene una blusa negra con puntos blancos, claroscuros que evocan los matices de una vida recorrida con luces y sombras. “Nos conocimos con mi pareja en Cali y nos casamos allá, eran días muy bonitos. Luego viajamos a México y todo cambió cuando me enteré que él estaba saliendo con otra persona. (…) Él me humillaba porque no aportaba dinero a la casa, pero no me dejaba trabajar; quiso poner a mi familia y a mi hija en mi contra pero mi hija no le hizo caso porque ella sabía lo que pasaba. El sentimiento era de dolor y soledad”.

 

Con hilos, encajes, granos de café y otros materiales, las mujeres se reconectan con sus cuerpos, de los cuales se habían disociado mientras eran víctimas
de la violencia, puesto que buscaban evitar el dolor tanto físico como emocional.

 

De acuerdo con el Consulado de Colombia en México, en los últimos cinco años, 2014 a 2018, hubo un total de 165 casos de violencia intrafamiliar atendidos por esta dependencia de gobierno; 30 en 2014, 43 en 2015, 39 en 2016, 28 en 2017 y 25 hasta agosto de 2018.

En esta misma línea, el boletín epidemiológico sobre la “violencia de género en Colombia, análisis comparativo de las cifras de los años 2014, 2015 y 2016” reporta que la pareja o la expareja aparecen como el principal presunto agresor de las mujeres en el marco de la violencia intrafamiliar. “Para el 2014 fue el presunto responsable del 71,8% de los casos, para el 2015 del 71,6%, mientras que para el 2016 del 72,8% (…) El presunto agresor conocido aparece durante los tres años en el estudio como el principal responsable de los casos de violencia interpersonal contra las mujeres. En segundo lugar, el agresor desconocido y en tercer lugar otra persona”.

El taller, un proceso tejido a pulso
Una mano zigzagueante dibuja la silueta de una figura humana mientras que una voz pausada la invita a trazar una imagen de sí misma.  “¿Cómo se ven hoy en día?, ¿qué historias han recorrido?, ¿cómo es ese cuerpo que hace parte de ustedes?”, expresa Pilar López, terapeuta, facilitadora del taller y coordinadora de Acción Social del IMPA, como una invitación a diseñar el molde que las ha acompañado en su vida.

El ejercicio pretende identificar cuál ha sido el molde que les han puesto a las mujeres y que, a lo mejor, en este momento ya no quieren vivir la misma pauta. “Algunas mujeres comentaron que les costaba mucho trabajo voltearse a ver y observar la historia, su historia, saber que de esta situación pueden obtener una habilidad para seguir adelante (…) Las muñecas representan lo que ellas son y lo que quieren ser”, apunta López.

La muñeca Beatriz se rellenó con granos de café, un fruto representativo de Colombia, y pedazos de cuarzo, un mineral tan duro que raya el acero: raíz y resistencia en una sola pieza. “Cuando estaba cosiendo era como si me estuviera curando, me estaba haciendo más fuerte y más grande. Por eso dentro de la muñeca puse a las personas más importantes en mi vida, por medio de granitos de café”. La muñeca está cubierta por un vestido turquesa el cual viene acompañado por una cartera con una bisutería particular: cruces, ángeles, corazones y mariposas. “El ángel, la cruz y el corazón representan lo fe que tengo para salir adelante y la mariposa es la libertad que he venido consiguiendo”, expresa Beatriz mientras apunta su nariz al bolso que cuelga en el brazo izquierdo de su muñeca.

Según la Coordinadora de Acción Social del IMPA, coser una muñeca es un parte de conexión con el cuerpo, el cual ha estado desconectado en las mujeres porque “el dolor físico y el dolor emocional son tan grandes que te desconectas de ti. (…) El momento de vestirlas está relacionado con el cómo me ven los demás, cómo me proyecto y qué quiero proyectar. La propuesta es que se puedan mover de lugar sintiendo que tienen más recursos y herramientas, y que la violencia no es la totalidad de su vida”.

 

“Me voy a poner a trabajar como diseñadora porque me da mucha alegría y motivación (…). Voy a tener el dinero que me va a ayudar a salir adelante y así no
tendré que depender de otra persona”: Beatriz

 

En alguna ocasión, una de las mujeres que participó en el taller preguntó a las facilitadoras, Pilar López y Diviana Moreno, cuándo iba a tener resultados del proceso y las talleristas le expresaron que en el transcurso de los encuentros lo identificaría. Sin embargo, un par de sesiones posteriores, a esta pregunta la mujer hiló una serie de frases que tejen la perspectiva de “Puntada a puntada, me transformo”: “Ya entendí, esta es una transformación que se está dando en este momento, día a día, sesión a sesión. He podido tomar decisiones, he podido ver con más claridad qué tipo de pareja quiero tener”.

En otra oportunidad, Beatriz zurció la siguiente sentencia: “Me voy a poner a trabajar como diseñadora porque me da mucha alegría y motivación (…). Voy a tener el dinero que me va a ayudar a salir adelante y así no tendré que depender de otra persona”. Beatriz trabaja en su casa y su muñeca reflejo la acompaña a coser otros vestidos que cubren las vidas y las historias de más mujeres que se cruzan en su camino. “La muñeca estuvo un tiempo en la estancia y luego la pasé al lugar en donde trabajo. Cuando estoy trabajando la volteo a ver y ella me da paz”.

Resignificaciones, una exposición en cuatro verbos
Sístole, diástole, sístole, diástole. El latido del corazón se incrementa mientras que Diviana Moreno, psicoterapeuta del arte y facilitadora del taller, arriba a la Galería Torre del Reloj en Polanco, Ciudad de México. Allí, en medio del bullicio citadino, reposan las muñecas de Beatriz y de otra participante que accedieron a compartir su experiencia.

De acuerdo con Ana Laura Treviño, Fundadora del IMPA, la exposición se encuentra dividida en cuatro procesos psicológicos fundamentales: concientizar, conectar, simbolizar e integrar, secuencia que evoca los procesos emocionales de las personas. “Buscamos generar diálogos sobre las voces de la injusticia, la inequidad, la violencia, el sistema de poder, la escasez, los privilegios”, subraya Treviño, a la par que una intérprete del lenguaje de señas traduce sus palabras en movimientos y gestos.

La muñeca Beatriz posa sobre un podio blanco mientras que la mujer artista que la construyó queda absorta con su presencia. Resonancia viva y latente de palabras, silencios, emociones, sonidos, decisiones y senderos por recorrer.

“Soy yo y me dediqué a ella como si fuera para mí”, revela Beatriz mientras acaricia el cabello rizado de la muñeca que descubrió en el taller. Las muñecas, las mujeres y el arte hilaron y descosieron experiencias y miradas; los procesos no terminaron, los tejidos continúan.

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