Discriminación por ignorancia — letraese letra ese

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Discriminación por ignorancia


Calzarse los “tacos” para pisar un campo de fútbol de Primera División Nacional era una realidad cada vez más cercana para Lalo. El fruto de su esfuerzo durante una docena de años parecía llegar a la meta trazada desde que era niño y pateaba un balón cada vez que podía. Fue seleccionado para el equipo de Tercera División del Atlas, donde tendría la oportunidad de ser visto por personas del equipo de la categoría mayor, aspirar a ocupar un lugar en él y ser un futbolista profesional.

“No vas a aguantar un partido completo” son palabras que hasta el día de hoy retumban en su cabeza. Se las dijo su entrenador cuando supo que Lalo vivía con diabetes mellitus tipo 1; se dio cuenta de la situación al tomarle el ritmo de sus pulsaciones. Tras nueve meses de ser un jugador titular indiscutible, observó cómo el entrenador comenzaba a cuidarle en demasía, reduciéndole su participación en los partidos a sólo 10 minutos de juego. Cuando Lalo llegó al equipo, el entrenador era otro y nunca lo había marginado del equipo. Sin embargo, en los últimos dos meses de estancia en la escuadra rojinegra, su nuevo entrenador lo relegó.

Desde hace 17 años, Lalo tiene diabetes tipo 1, padecimiento cuya característica es que el páncreas deja de producir insulina, una hormona que ayuda a la glucosa a penetrar en las células y proporcionarles energía. En la mayoría de los casos se detecta en población infantil y juvenil, razón por la que por mucho tiempo se le llamó diabetes juvenil, aunque su tratamiento es de por vida. Éste implica una inyección de insulina varias veces al día a fin de evitar episodios de hipoglucemia, en los cuales podría llegarse a un estado de coma, si no se atienden.

A los 11 años, Lalo supo su diagnóstico, pero considera que en su etapa adulta es cuando más ha padecido discriminación. Tras abandonar el fútbol de alto nivel, pues hasta el día de hoy lo práctica a nivel amateur, comenzó a estudiar ciencias de la comunicación, pero confiesa, sin borrar la sonrisa de su rostro, que tampoco ha podido ejercer su profesión por enfrentarse a trabas como que le piden un seguro de gastos médicos mayores, pero éstos no cubren el padecimiento con el que vive. En alguna ocasión, recuerda, pasó varios filtros para ingresar a una televisora hasta que les comentó que tenía diabetes. Una vez que lo supieron, dejaron de comunicarle los resultados del proceso y le dijeron que no había pasado los exámenes.

La definición más general de salud es la otorgada por la Organización Mundial de la Salud, que señala que ésta consiste en “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Al hablar de la condición de salud, el Departamento de Trabajo de los Estados Unidos la define como aquella enfermedad, lesión, impedimento, o condición física o mental que pudiera provocar algún período de incapacidad, eventual o definitiva o un tratamiento continuo para el cuidado de un padecimiento crónico.

 

Entre 2010 y 2016, del total de quejas o denuncias atendidas en el país por cuestiones de discriminación, 12.69 por ciento estuvo relacionado directamente con condiciones
de salud, convirtiéndose en una de las primeras tres causas para discriminar a una persona.

 

De acuerdo con el marco legal mexicano, aquella persona que viva con alguna condición de salud específica no debe ser sujeta de discriminación por la misma y dicha condición no implica la restricción de algún derecho. Una garantía jurídica que personas como Lalo no han gozado.

A la condición de salud se pueden agregar otros factores como la edad para que la persona tenga una afectación en sus derechos. Laura, mujer mayor de 55 años, no ha podido encontrar empleo desde hace varios años, cuando la liquidaron por el cierre de la planta de producción donde laboraba. Al comentar a los empleadores que vive con diabetes mellitus tipo 2, prefieren cerrarle la puerta, a pesar de que el padecimiento no merma sus aptitudes.

Excluidos por "mala salud"

En la ciudad de México hay una percepción de que las personas con alguna condición de salud específica no viven muchas situaciones de discriminación, pues menos del uno por ciento de la población capitalina (0.6 por ciento) refirió que este sector de la población es el más discriminado, según información obtenida por la Segunda Encuesta sobre Discriminación en la Ciudad de México, dada a conocer este año.

Sin embargo, datos del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) reflejan que la condición de salud ha sido una de las cinco principales causas de menoscabo de derechos en este país por varios años, y resaltan que ha sido la primera en varias ocasiones, cuando la discriminación proviene de una persona de la función pública.

Los reportes del consejo señalan que, durante 2016, la condición de salud fue la segunda causa principal de discriminación en el país, con 93 quejas o denuncias, sólo antecedida por la presencia de alguna discapacidad.

En 2015, el organismo atendió 100 quejas por el mismo motivo, colocando a la causal en el cuarto sitio de las razones de discriminación entre particulares, (11.4 por ciento), y 65 denuncias por la misma razón (22.1 por ciento) contra servidores públicos, siendo la principal situación por la que un servidor o servidora pública discriminó a un ciudadano.

Las cifras no variaron mucho en 2014: el consejo recibió 175 quejas derivadas de un acto de discriminación hacia una persona por su condición de salud, lo que significó el 15.58 por ciento del total de quejas recibidas durante el año, convirtiéndose en la segunda causal más recurrente. Entre particulares, el número de anomalías reportado fue de 89 (11 por ciento) y 86 (27.38 por ciento), por parte de personas en el servicio público.

En 2013, el número de quejas presentadas por la condición de salud fue de 140 (15.06 por ciento), convirtiéndose en la segunda causa más recurrente de discriminación. De éstas, 75 (11.62 por ciento) fueron presentadas por casos entre particulares, ubicándose como la quinta razón para menoscabar los derechos de una persona, y 65 (22.88 por ciento) por parte de funcionarias o funcionarios públicos.

Un año antes, en 2012, el Conapred atendió 150 quejas por la misma causa (13.51 por ciento), siendo la quinta causa de discriminación entre particulares con 90 (10.92 por ciento), y la primera por parte de personas en la función pública con 60 reclamaciones (20.97 por ciento).

En 2011 el panorama no fue distinto, las 143 quejas presentadas representaron el 14.37 por ciento del total recibido por el consejo. En el rubro de particulares, fue la tercera causa entre particulares más recurrente del año con 75 expedientes (10.88 por ciento), y la primera entre servidores públicos con 68 reclamaciones (22.22 por ciento).

Su padecimiento altera el orden

Debilidad o cansancio, temblores, sudor en exceso, dolor de cabeza, hambre, ansiedad, nerviosismo e intranquilidad, irritabilidad, desubicación, visión borrosa, problemas para pensar claramente y latidos cardíacos acelerados son algunos de los síntomas que pueden presentarse en personas con diabetes al momento de padecer un episodio de hipoglucemia, cuando la concentración de azúcar en la sangre es menor a los niveles establecidos. Todos se conjuntaron en Iván durante su primer día de trabajo en la tienda de ropa Zara, ubicada en T oreo Parque Central.

Hace algunos años, mientras estudiaba la licenciatura en nutriología, Iván optó por un empleo para poder cubrir algunos de sus gastos personales. Debido a su juventud, las opciones no fueron muchas, por lo que decidió ser demostrador de la tienda de ropa. Tras pasar los filtros de selección, se presentó el primer día de trabajo luego de haber ido al gimnasio durante la mañana. Su cálculo del tiempo no fue el mejor y llegó justo a la hora que comenzaba su turno laboral. La situación lo estresó porque, al tener diabetes tipo 1, debe comer a sus horas para evitar una descompensación.

 

Lalo e Iván coinciden en que portar las jeringas que necesitan para suministrarse insulina es algo que genera estigma alrededor de ellos, pues la gente piensa que usan drogas
inyectables
. Incluso, Iván recuerda que en un bar lo sacaron por la misma situación, y en un gimnasio, le llamaron la atención por aplicarse una inyección.

 

Acató las órdenes y comenzó a doblar ropa. Él no mencionó, ni se lo preguntaron, afirma, si tenía alguna condición de salud específica, por lo que nunca dijo que tenía diabetes. Al poco rato, comenzaron algunos malestares. La orden recibida era que no se moviera del lugar asignado, por lo que no tuvo oportunidad de comer el lunch que llevaba y no sabía a quién pedirle que lo supliera por unos minutos mientras iba a su locker. El guardia de la tienda se le acercó y le preguntó si estaba bien. Iván le preguntó si podía quedarse un minuto en su lugar mientras él iba a los vestidores.

Una vez allí, comenzó a perder la orientación, los espejos colgados en el lugar le impedían identificar con claridad hacia donde estaba su casillero. Desesperado, comenzó a gritar, a golpear los casilleros para intentar abrirlos. Ingresó el personal de seguridad y lo tacleó. Se desmayó y ya no supo cuánto tiempo transcurrió.

Cuando despertó vio que todas sus cosas estaban tiradas en el piso, entre ellas sus recipientes con comida. Los tomó y empezó a comer. Le preguntaron que si se había ingerido alguna sustancia porque vieron una jeringa entre sus cosas. Tuvo que enseñarle al paramédico su pulsera que lo identifica como una persona dependiente de la insulina y argumentarle su condición de salud. Esto no fue suficiente, llegaron policías e intentaron detenerlo porque alguien había reportado el acto y el comportamiento “sospechoso” de Iván que provocó alteraciones en el orden.

Él ya se sentía bien, pero aun así, el encargado de la tienda le pidió que regresara hasta el otro día. Se sintió un poco mal consigo mismo. Al otro día no lo dejaron ingresar a la tienda: el gerente de la sucursal lo esperó, le dijo que no había reportado su condición de salud, de la cual no podían hacerse responsables, por tanto, no podía continuar con el empleo. Enojo fue su primera reacción, seguida de la desilusión. Era la primera vez que le ocurría algo así desde que en su adolescencia le detectaron la diabetes.

Tanto Lalo como Iván coinciden en que portar jeringas es algo que genera estigma alrededor de ellos, pues la gente piensa que usan drogas inyectables. Incluso, Iván recuerda que en un bar lo sacaron por la misma situación, y en un gimnasio, le llamaron la atención por aplicarse una inyección.

Parte de esta experiencia han decidido canalizarla a través de la organización de un campamento para infantes con diabetes tipo 1, a fin que aprendan a vivir con su condición de salud y asumir que son personas como cualquier otra.

Incluso, para ambos, la diabetes no ha representado un problema en su vida, más bien, coinciden, lo es para quienes les consideran “enfermos”, sin embargo, rebaten, su estado de salud es mejor que el de muchas personas que no viven con diabetes, pues su estilo de vida es muy saludable debido a que han aprendido a valorar su cuerpo y su vida.

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