La homofobia en las aulas — letraese letra ese

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La homofobia en las aulas


El sonido del timbre anunciaba el final de la jornada escolar. Para José de Jesús representaba el banderazo para una salida rápida, corriendo, sin mirar hacia atrás y esquivando cualquier obstáculo que pudiera retrasarle algunos segundos en su apresurada marcha rumbo a su casa. En caso de que alguna situación le impidiera dar paso a su fuga, optaba por esconderse en algún rincón de la Escuela del Nivel Medio Superior de San Luis de la Paz, Guanajuato, hasta cerciorarse de que no hubiera persona alguna cerca. Otra estrategia era estar pendiente de algún grupo de estudiantes que enfilara su marcha hacia las calles conducentes a su casa y sumárseles. Dentro de su desesperación, trataba de encontrar maneras de escurrírsele a dos compañeros que día con día le hacían la vida imposible adentro del plantel educativo donde cursaban el primer semestre de bachillerato, pero también afuera, pues en varias ocasiones lo siguieron hasta su casa.

La situación era complicada, recuerda José de Jesús Mata Velázquez, actual presidente de la organización LGBT Guanajuato, quien se enfrentó por primera vez a la homofobia durante su estancia en la preparatoria perteneciente a la Universidad de Guanajuato. Con nostalgia recuerda que durante la secundaria nunca había tenido problemas de acoso escolar ni cuestionamientos por su manera de ser, sin embargo, en sus estudios de nivel medio superior enfrentó diversas situaciones de violencia por parte de sus compañeros, motivadas por su orientación sexual, lo cual, derivó en siempre reportarse enfermo, buscar cualquier pretexto para evadir las clases o no involucrarse en las actividades escolares.

En dos ocasiones, sus compañeros lo encerraron en el baño para golpearlo y amenazarlo de que no dijera nada de lo que había ocurrido. Siempre que llegaba al salón de clases, se encontraba con mensajes en su mesa-banco, en los que se burlaban de su manera de ser. Igualmente, a lo largo del día, le colocaban mensajes en su mochila y durante los recesos lo buscaban para molestarlo o burlarse de él. El ambiente en su contra era tal que nadie del grupo podía hablarle o incluirlo en sus equipos de trabajo o de cualquier otra actividad.

Miedo era lo que, confiesa José de Jesús, le impedía contarle la situación a personas cercanas a él, como la tía con la que vivía. Por meses calló la situación hasta que no pudo controlar su miedo porque las amenazas eran cada vez más fuertes: uno de sus compañeros lo amenazó de muerte en caso de que dijera algo. Decidió mencionarle a su tía lo sucedido, pero de manera impersonal, es decir, como si aquello no le ocurriera a él. Ella no le creyó e identificó el problema, apoyándolo para que hablara con la directora del plantel.

La respuesta fue mejor de lo que esperaba. La directora lo canalizó con el psicólogo de la institución para que “venciera” los miedos. También citó a los familiares de los chicos que lo molestaban, aunque no obtuvo respuesta y éstos se fueron de la escuela días después del llamado.

José de Jesús reconoce que haber dado a conocer su situación cambió totalmente su vida escolar. Sin embargo, también observa que a siete años de distancia, el panorama no ha cambiado del todo. En su labor como activista a favor de los derecho de las personas LGBTI ha recibido en los últimos dos meses, tres denuncias por bullying hacia chicos gays, dos casos en secundaria, una privada, el Colegio Miguel Hidalgo, y una pública, la secundaria técnica 25, y uno en preparatoria, la misma en la que él estudió. Todas en el municipio de San Luis de la Paz.

Comenta que los chicos le reportan que les colocan letreros o les dejan notas en sus asientos con amenazas y palabras ofensivas. Dos de ellos han sufrido agresiones en grupo y golpizas. Ninguno lo ha dicho a sus familiares y uno de ellos mencionó que en su escuela le dijeron que “de cierta manera era natural la situación”.

“Te sientes inseguro y mal porque tienes la idea de que siempre te van a pegar”, recuerda el activista, quien asegura que uno de sus objetivos es erradicar la homo, lesbo, bi y transfobia de las escuelas mediante herramientas educativas.

 

El 82.4 por ciento de las personas LGBTI que estudian secundaria o prepa dijeron sentirse inseguras en sus escuelas por sus características personales, según la misma encuesta.

 

Bullying por homofobia
El bullying por homofobia u homofóbico consiste en una serie de comportamientos violentos por los que un alumno o alumna se expone y/o queda expuesto repetidamente a la exclusión, aislamiento, amenaza, insultos y agresiones por parte de sus iguales, una o varias personas que están en su entorno más próximo, en una relación desigual de poder, donde los agresores o “bullies” se sirven de la homofobia, el sexismo, y valores asociados al heterosexismo, señala la Red Democracia y Sexualidad (Demysex), que recientemente elaboró el material El bullying homofóbico y transfóbico en los centros educativos para la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe.

De acuerdo con el material, las principales características del bullying es que es intencionalmente dañino, repetitivo, intimidatorio y genera un desequilibrio de poder. Los tipos de violencia más comunes a los que se recurre son la física, la verbal directa e indirecta, la psicológica, la social y la cibernética.

Igualmente, identifican que en muchas ocasiones, los agresores valoran como positiva y socialmente aceptable su conducta violenta y extorsionadora; tienen escasa capacidad autocrítica y ausencia de malestar o sentimiento de culpa ante el sufrimiento ajeno que provocan; confunden el miedo y el rechazo que infunden con respeto, liderazgo o popularidad, y muestran rigidez en los roles de género socialmente adscritos.

En contraparte, las víctimas sufren aislamiento social, temen hacer el ridículo y sienten el rechazo; sienten inseguridad, presentan baja autoestima y un autoconcepto negativo, tienen sentimientos contradictorios por no ser capaces de solucionar por sí mismos/as la situación que viven y, por lo regular, presentan bajo rendimiento escolar, una falta de interés en las tareas escolares y no quieren ir a la escuela. Además, están calladas, tristes, ausentes, agresivas, preocupadas y distantes.

Para Demysex, acciones básicas como reconocer de manera abierta el bullying por homofobia y transfobia, trabajar en la generación de un ambiente incluyente, la capacitación docente en la temática, incluir el tema en los contenidos educativos, facilitar al alumnado el acceso a información sobre el tema, y actuar siempre de manera respetuosa pueden representar la diferencia entre ser una institución educativa donde haya bullying de cualquier tipo, y una en la que no.

También los maestros lo hacen
“Florecita”, “niñita”, “mariconcito” o “jotito” eran las maneras en que algunos profesores de la licenciatura en Medicina Veterinaria y Zootecnia del plantel Amecameca de la Universidad Autónoma del Estado de México nombraban a Rafael cuando hablaban entre ellos. De escasos 18 años, Rafa, como le dicen sus amigos, ingresó a la institución a estudiar veterinaria, un anhelo que tenía desde años atrás y le emocionaba porque era parte de su plan de vida. Sin embargo, un detalle, ser abiertamente gay, provocó que ese sueño se convirtiera en un camino lleno de obstáculos.

 

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Violencia basada en Orientación Sexual e Identidad de Género en México, 61 por ciento de las mujeres trans afirmaron
haber sido objeto de burlas transfóbicas y agresiones físicas.

 

Desde los primeros días, tuvo que enfrentarse a la animadversión de docentes de materias como agroecología, biología celular y anatomía. En esta última, el maestro llegó a comentar abiertamente que “las mujeres y los gays no podían ser veterinarios porque no tenían la fuerza ni la capacidad para estar con las vacas”. Incluso, recuerda que durante una práctica, el profesor lo envió al equipo de mujeres, al cual ingresó a un corral de vacas sin explicarles cómo deberían tratarlas y qué hacer con ellas, tal vez, esperando que algo chusco ocurriera y toda la clase pudiera reírse. Esa tarde, Rafa y sus compañeras pasaron la prueba, pues algunas ya tenían experiencia en el trato con ganado. El trato fue muy diferente con los equipos de varones, el maestro les explicó paso a paso lo que se debería de hacer.

La situación no fue diferente en otras clases. Siempre se hacían comentarios que se referían a cosas como la hombría o la necesidad de tener fuerza para poder ser un buen veterinario. Hubo quienes intentaban constantemente ponerlo en ridículo, le pedían renunciar a la materia o lo reprobaban. Ante los hechos, Rafa sabía que cada fin de semestre tendría que realizar varios exámenes extraordinarios, pero eso no lo desalentaba. Al contrario, al comprender que su “manera de ser” molestaba al cuerpo docente, se empeñaba en sacar buenas calificaciones, en ser él mismo y en defender sus derechos.

Su táctica era decirle a otros compañeros que evitaban hablar de su orientación sexual en público que no se escondieran ni se vieran obligados a fingir ser quienes no eran. Su llamado tuvo eco, no sólo en compañeros de Veterinaria, sino de otras licenciaturas impartidas en el plantel como Nutrición, Derecho, Ciencias Políticas y Letras, entre otras.

Sin embargo, los profesores lo “tachaban” ya no sólo de homosexual sino también de revoltoso y le ponían más trabas. La más considerable fue que tras solicitar una baja temporal por un semestre, harto del acoso que vivía día con día, no pudo regresar a tomar clases al siguiente período escolar. El argumento fue que no estaba su expediente en el plantel.  Rafa no se quedó de brazos cruzados, investigó y supo que su expediente fue remitido al plantel de Toluca. Arreglar el “error” le costó año y medio sin poder tomar clases. Una vez subsanado, se percató de que muchos de sus compañeros gays se habían retirado del plantel, algunos porque terminaron la licenciatura, pero otros por la homofobia recurrente de muchos docentes.

Él mismo la volvió a sentir cuando le invalidaron sus prácticas profesionales con el argumento de que el maestro –que lo apoyaba abiertamente– se fue del plantel y no dejó firmada su liberación de prácticas, a pesar de que los demás integrantes del grupo sí las pudieron liberar sin la firma del docente. De igual manera, en tres ocasiones le rechazaron su proyecto de tesis con diferentes explicaciones, entre ellas, “el que era parte de una minoría y era gay”.

Harto de tocar puertas, sobre todo las de las autoridades de su universidad, no sólo en Amecameca, sino también del plantel principal en Toluca, Rafa prepara su examen profesional por conocimientos y dejará para un futuro su proyecto de fauna silvestre. Su mayor deseo es recuperar el tiempo que perdió por “haberse extraviado” su expediente, ayudar a otros chicos que padecen lo mismo en su universidad y en otras y practicar su profesión. “Pensé que porque la gente de la universidad tenía maestría y doctorados, las cosas iban a ser diferentes. No por ser gay mis capacidades eran menores”.

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